
Reseña del TIFF: Fuze, de David Mackenzie, es un thriller implacable y sin fisuras.
David Mackenzie despacha los créditos iniciales en cuanto nos sentamos a ver su última película, Fuze. La mayor parte de los 98 minutos que siguen se asemejan a un prólogo prolongado que avanza a toda velocidad hacia su propio clímax. Cuando el hallazgo de un artefacto de la Segunda Guerra Mundial durante unas obras en una comunidad residencial inglesa pone a todo el mundo en pie, transcurre la mitad de ese tiempo antes de que haya siquiera una breve pausa en la acción.
Como artificiero de guardia, el mayor Will Tranter (Aaron Taylor-Johnson) es el punto focal inicial. Su trabajo es dirigir al equipo que o bien desactivará el proyectil o bien establecerá un perímetro que permita una detonación contenida. Como tal, la policía local, dirigida por la superintendente jefe Zuzana (Gugu Mbatha-Raw), debe coordinar la evacuación masiva de la zona. Nadie puede quedarse atrás cuando nadie sabe exactamente qué tan bien conservado —y, por tanto, cuán propenso a explotar en cualquier momento— puede estar el arma.
Sabemos que algo no va bien cuando un cuarto oscuro lleno de hombres se sobresalta sin levantarse al golpe en la puerta, casi como si supieran que esto iba a ocurrir y llevaran tiempo esperando poder usarlo en su beneficio. En cuanto cortan la electricidad de la zona y comienzan a sonar las alarmas, G (Theo James), X (Sam Worthington) y el resto de su banda se dirigen al sótano para taladrar la pared e introducirse en la bóveda del banco contiguo.
El guionista Ben Hopkins aumenta la tensión alrededor de la bomba, con novedades frescas que surgen en cada intento de vigilar la situación. Añade más suspense con el robo al banco en curso y permite que sus personajes periféricos hagan su trabajo en la medida de interrogar sus circunstancias y descubrir anomalías. La segunda al mando de Zuzana, Clareese (Honor Swinton Byrne), advierte una firma térmica anómala. El técnico en detonaciones de Tranter detecta una discrepancia en el posible origen de la bomba. ¿Merecen la pena esas pistas como para comprometer la misión?
¿Explotará el artefacto? ¿Lograrán G y X consumar su delito? ¿Atraparán su vuelo Rahim (Elham Ehsas) y sus padres —enviados a un lugar seguro desde el edificio de apartamentos usado para el robo—? La banda sonora prácticamente impone un contador regresivo a la propia película mientras vamos de un conflicto a otro y nos preparamos para la inevitable reacción en cadena. Luego llega la secuela: escapar de la zona, sobrevivir a la explosión y averiguar exactamente qué ocurrió.
Y por eso digo que todo parece un prolongado arranque en frío: este ritmo vertiginoso no cesa. Incluso cuando por fin tenemos esa pausa en la acción para pasar del acontecimiento a sus consecuencias, la intensidad aumenta aún más mediante una caza humana, traiciones y una logística incierta. Añádase un epílogo que en realidad nos lleva al pasado y uno se da cuenta de lo ajustado y meticulosamente construido que está este guion. Nada sucede sin motivo. No hay exceso.
Eso garantiza que ni el público ni los personajes puedan tomar aliento. Incluso si existe un agujero de guion, estamos demasiado alejados de él como para que importe de verdad (si es que no tiene también su propio propósito). Aparece otra encrucijada con su propio conjunto de circunstancias que altera nuestras suposiciones ya caducas. Nadie puede ser confiable. Nadie tiene asegurada su supervivencia. Ni siquiera sabemos por quién deberíamos apoyar —más allá de los propios cineastas— con la esperanza de que claven el final.
No solo lo consiguen, sino que aumentan aún más nuestro disfrute. Porque Fuze no se interesa por el bien frente al mal. Solo le importa el entretenimiento. ¿Qué nos hace inclinar hacia delante en los asientos? ¿Qué nos hace cuestionar lo que ya hemos visto? ¿Qué giro violento y/o genial provocará una carcajada? Cada maniobra nos sitúa en primera línea para sorprender, recompensar o confundir. Es una película tan adictiva como una barra de chocolate que debería satisfacer el antojo de cualquiera.
Fuze se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Toronto 2025.
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David Mackenzie se ocupa de los créditos iniciales en cuanto nos sentamos a ver su última película, Fuze. La mayor parte de los 98 minutos que siguen se asemejan a un arranque en frío propio de un largometraje que se precipita a toda velocidad hacia su propio clímax. Cuando se descubre un artefacto bélico de la Segunda Guerra Mundial durante la construcción en