Hamnet (2025) - Reseña de la película
Hamnet, 2025.
Dirigida por Chloé Zhao.
Protagonizada por Jessie Buckley, Paul Mescal, Emily Watson y Joe Alwyn.
SINOPSIS:
Una historia de amor y pérdida que inspiró la creación de la obra inmortal de Shakespeare, Hamlet.
La adaptación de Chloé Zhao de la novela de Maggie O’Farrell de 2020, Hamnet, llega con credenciales ideales: un texto fuente celebrado, el respaldo de Steven Spielberg y Universal Pictures, y un reparto encabezado por las jóvenes estrellas nominadas al Oscar Paul Mescal y Jessie Buckley. Sobre el papel, tiene todos los ingredientes del cine de prestigio. En la práctica, es una película de oficio frustrante y con un pulso débil.
Zhao escenifica su mundo isabelino en términos amplios, con un gran lienzo pero casi sin calidez. Stratford se representa como un lugar sombrío y desangelado, una casa que nunca llega a sentirse como un hogar. Iluminada de forma natural mayormente con cielo nublado; la luz del sol aparece solo en momentos fugaces cuando William Shakespeare (Mescal) está escribiendo o juega brevemente con sus hijos. El diseño de producción es de gran escala pero deliberadamente escaso, dominado por tonos tierra y casi ningún atrezzo. Las escenas que sí aportan suficiente luz y vida —como el encuentro romántico inicial, una escena memorable del parto y el escenario del Globe Theatre— son pocas y distan entre sí en sus divagantes dos horas de metraje. En resumen, la película es un auténtico sopor.
La escena en la que se interpreta un fragmento de Hamlet ante un público asombrado despierta momentáneamente a la película cuando el actor que hace de Hamlet (Noah Jupe, en una interpretación que le roba la escena) se inclina desde el escenario hacia su audiencia como si ellos formaran parte de la tierra. La tierra, sorprendentemente, responde.
Sin embargo, ese bello momento se ve socavado por una señal demasiado familiar: “On the Nature of Daylight” de Max Richter, que ya se había utilizado a la perfección en la película ganadora del Oscar Arrival, hace menos de una década, junto con innumerables otros proyectos. Su uso es emblemático del problema mayor de la película: una dependencia de señalizadores emocionales obvios y prestados en lugar de ganarse los propios de manera competente. El resultado es una película que a menudo te dice cómo sentirte mientras te hace sentirlo.
Mescal, un actor que ha hecho un nicho interpretando a jóvenes melancólicos (Normal People, Aftersun), asume el papel más grande que la vida de Shakespeare como una figura muy distante, apasionada y angustiada. Es una interpretación menos mítica y más humana que, aun así, no termina de sentirse como un personaje real. Buckley, fogosa pero etérea, acapara la mayor parte del metraje como Agnes y recibe muchas escenas contundentes que parecen destinadas a los Oscar. En papeles anteriores (I’m Thinking of Ending Things, The Lost Daughter), Buckley ha sobresalido enormemente haciendo más con menos, pero esta película, frustrantemente, no le da esa oportunidad.
Juntos, los dos actores comparten sorprendentemente pocas escenas. Su relación se enmarca en trazos gruesos: una oleada de pasión física, el nacimiento de su hijo tratado con un esplendor mítico y luego largas separaciones silenciosas mientras él desaparece hacia Londres y ella llora en soledad. La reputación de Agnes en su pueblo es de “bruja”, pero la película duda en abrazar por completo el realismo mágico que podría haber dado a la historia una textura más viva y menos aburrida.
A lo largo del metraje, la dirección de Zhao favorece el simbolismo mientras que su escritura favorece el literalismo. El diálogo con frecuencia explicita emociones que las interpretaciones y lo visual ya transmiten por sí mismos. El guion, coescrito por Zhao y O’Farrell, se siente cauteloso y sobredeterminado: más preocupado por la claridad que por la vitalidad. Una imagen conmovedora del agua que se precipita bajo la puerta de la casa de Agnes cuando rompe aguas, es seguida por la explicación de su suegra de que no puede salir por la tormenta. Los cineastas temen que el público pueda perderse el simbolismo en Hamnet o, peor aún, interpretar mal su mensaje. Llámalo un signo de los tiempos.
A pesar de su ambición técnica y su valor de producción, Hamnet rara vez respira. Parece diseñada más para ser admirada que vivida: una pieza de época de prestigio ensamblada a partir de tonos solemnes, composiciones tenues y una ambición por los premios inconfundible. La brillantez de la escritura de Shakespeare radica en su capacidad de hacer que lo universal se sienta vivo e inmediato. Esta película, con demasiada frecuencia, se muestra insegura, explicando sus ideas sin permitir incondicionalmente que ese amor se comparta con su público.
Puntuación de Flickering Myth – Film: ★ ★ / Movie: ★ ★
Will Hume
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