
Reseña del TIFF: Good Fortune de Aziz Ansari es una comedia dulce y oportuna
Escuchar una historia de Azrael (Stephen McKinley Henderson) es conocer todo el potencial del trabajo de un ángel. No solo se preocupa por los desastres naturales o por inspirar a los genios: salva vidas recordándole a las almas perdidas su valor. Gabriel (Keanu Reeves) no puede evitar sentirse asombrado y querer seguir esos pasos. Pero está muy abajo en la jerarquía, con alas que apenas se extienden más allá de sus omóplatos. Martha (Sandra Oh) lo tiene empujando con delicadeza a peatones-texto y conductores distraídos para que levanten la vista de sus teléfonos. Es un agente de control de estacionamiento que anhela ser una estrella de rock.
Cuando presencia que uno de sus potenciales “víctimas” de un choque leve está escribiendo que ha perdido la esperanza en la vida, Gabriel cree que esa es su oportunidad para demostrar que está listo para lo grande. Así que ignora la tarea inmediata de evitar que Elena (Keke Palmer) retroceda y choque contra un poste de luz y toca a su compañero Arj (Aziz Ansari) para hacerse visible ante él. Lo que no se da cuenta, sin embargo, es que el trabajo de Azrael no es fácil, no es algo que cualquiera pueda hacer. Y si no tiene cuidado con sus métodos, podría terminar empeorando muchísimo las cosas.
El guionista y director Ansari toma la premisa de la película de ángeles y la trastoca en Good Fortune al enfocarse en un hombre sin una red de apoyo. Piensa en ¡Qué bello es vivir!: George Bailey tiene una gran familia y amigos leales, pero decide cargar solo con la carga de su tío; Clarence llega para recordarle que el amor lo convierte en el hombre más rico del mundo, sabiendo que esa verdad lo salvará de la desesperación que lo lleva al suicidio. No es el proceso lo que salva a George, sino la realidad a la que se ha cegado.
Usar un proceso similar con Arj resulta colosalmente equivocado: su vida no tiene nada en la que apoyarse para ser salvada. ¿Por qué? Porque sobrevivir como miembro de la clase trabajadora en la América de hoy es estar siempre a una emergencia médica de la bancarrota. Arj se sostiene por un hilo, y el intento de Gabriel de asegurarle que vienen días mejores fracasa estrepitosamente cuando aquello de “mejor que” la indigencia se revela como el igualmente desmoralizador estatus de “apenas sobreviviendo”. Y, de alguna manera, la corrección de rumbo de Gabriel resulta aún peor.
Entra Jeff (Seth Rogen), un multimillonario de la tecnología que podría ser el mejor amigo de Arj si las circunstancias fuesen distintas. Tal como están las cosas, sin embargo, el primero siempre mirará con condescendencia al segundo, con pena (si no con desprecio en casos más viles). Arj sencillamente no puede ver el atractivo de una vida que se desgasta sin nada que mostrar cuando personas como Jeff literalmente pagan a sus empleados para que les generen más dinero del que podrían gastar. Así, con gran estilo cinematográfico, Gabriel coloca a Arj en el lugar de Jeff para que vea que su vida tampoco es perfecta. Excepto, claro, que lo es.
Además de invertir el tropo dándole a Arj una razón para no volver a su antigua vida, Ansari también gira la cámara para dejar a su personaje principal y seguir a los otros dos por un rato. De repente, Jeff debe soportar la vida de Arj bajo la suposición de que no puede ser tan mala cuando él nunca ha tenido que abrir realmente los ojos a una brecha económica que siempre ha jugado a su favor. Y con todo el desastre que ha provocado al improvisar, Gabriel se vuelve de pronto humano y comprende cuánto importa el contexto. El mundo no es tan simple como en las películas en blanco y negro.
Good Fortune hace muchas cosas buenas con su mensaje, sus tres caminos distintos divergen antes de converger finalmente de nuevo: Arj se inspira en la dignidad y la perseverancia de Elena para seguir luchando a pesar de que parece que sus esfuerzos nunca dan fruto; Jeff reconoce que las artimañas que adopta para maximizar las ganancias solo son posibles destruyendo las vidas de aquellos a los que no puede ver desde su Torre de Marfil; y Gabriel experimenta las alegrías de la mortalidad como un niño que se acostumbra a nuevos sentidos. Es un guion muy entrañable.
Como sigue siendo el Ansari del que hablamos, no debería sorprender que esa dulzura vaya acompañada de una hilaridad irreverente. La complicidad entre él y Rogen es tal como te la imaginarías: sus encontronazos con clientes a través de varias apps de la economía gig adoptan una actitud implacable. No olvides a Reeves. Ofrece una actuación inolvidable que exuda inocencia en su forma más pura, así como la facilidad con la que la vida puede corromperla. (Y, a menos que lo imaginara, también recrea sus grandes éxitos meméticos para sacar algunas risas a lo largo de la película.)
Es un sólido debut como director que muestra amor por la historia del cine y una sensibilidad única para construir sobre ella en lugar de limitarse a la homage. Añade mensajes oportunos sobre la IA y los sindicatos, y el público comprometido no pudo evitar aplaudir en ciertas escenas. Ese es el atractivo de Good Fortune: entretenimiento comunitario con una fantasía surrealista ligera y problemas cotidianos con los que cualquiera puede identificarse. La política de “comerse a los ricos” está ahí, pero el mensaje trata más de vivir por tu comunidad. Aspira a ser George Bailey en vez de anhelar la cartera del señor Potter.
Good Fortune se presentó en TIFF 2025 y llega a los cines el 17 de octubre.
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