
Thrillers de los 90: placeres culpables tan malos que en realidad son buenos
Casey Chong presenta una selección de thrillers de los años 90 “tan malos que son buenos” que merecen añadirse a tu lista de películas para ver…
La década de los 90 fue una época que vio una avalancha de grandes thrillers, con películas como Misery, Pacific Heights, The Silence of the Lambs y Se7en, por nombrar algunas. Esa misma década también incluyó muchos thrillers lastrados por tramas exageradas y giros absurdos. Algunas de estas películas pueden ser tan malas que resultan entretenidas, aportando una sensación de placer culpable, ya sea que las revisites o las veas por primera vez. Aquí están los ocho thrillers de los 90 que, pese a todo, realmente valen la pena…
Unforgettable (1996)
Las tres primeras películas de John Dahl – Kill Me Again, Red Rock West y The Last Seduction – demuestran que tiene talento para dirigir convincentes thrillers neo-noir. Luego llega su siguiente trabajo, Unforgettable, y esta vez Dahl cambia su sensibilidad neo-noir por una mezcolanza de géneros que combina misterio de asesinato, ciencia ficción y tropos médicos.
Escrita por Bill Geddie en su debut como guionista, la premisa es así: el forense David Krane (Ray Liotta) roba un suero experimental de transferencia de memoria y se lo inyecta, lo que le permite revivir lo ocurrido con su esposa asesinada. El frecuentemente sobreactuado Liotta hace lo mejor que puede interpretando a un individuo desesperado en su búsqueda del asesino. Su interpretación tiende a deslizarse hacia lo camp, pero es difícil negar su compromiso incluso cuando la historia se vuelve cada vez más enrevesada.
Dahl también se reúne con Linda Fiorentino de The Last Seduction, y en lugar de interpretar otra femme fatale, su personaje, como científica responsable del suero, ofrece una actuación de reparto bastante contenida.
Silent Fall (1994)
El cineasta versátil Bruce Beresford atravesó múltiples géneros, desde comedias (Her Alibi, Driving Miss Daisy) hasta dramas (Tender Mercies, Evelyn) e incluso una épica bíblica (King David). Por eso no sorprende que también se aventurara en el terreno del thriller, dando lugar a una película titulada Silent Fall. La historia sigue a Jake Rainer (Richard Dreyfuss), un experto en psicología infantil que acepta a regañadientes ayudar a la policía local a descubrir qué presenció el niño (Tim Warden, interpretado por Ben Faulkner) durante el brutal doble asesinato de sus padres. El niño resulta ser autista y no es fácil de tratar, lo que se convierte en el punto recurrente de la trama: Jake usa todos los métodos profesionales posibles para profundizar en su memoria.
A medida que avanza la película, la historia revela que Tim puede “reproducir” voces, concretamente palabras precisas que se dijeron durante la escena del asesinato. Incluso puede llegar a imitar distintas voces. Beresford se extiende en una larga sección de todo lo relacionado con la psicoterapia que puede frustrar a los espectadores que buscan un misterio de asesinato más convencional, pero Silent Fall sigue siendo un thriller intrigante, gracias al reparto por encima de la media que incluye a Dreyfuss, Faulkner y a Liv Tyler en su debut actoral. También ayuda a la película establecer la dinámica de los personajes entre Jake y Tim.
The Temp (1993)
Tom Holland mezcla un thriller psicológico impulsado por una femme fatale con toques de comedia negra irónica para obtener un resultado de placer culpable en The Temp. La historia se centra en la trabajadora temporal titular (Kris Bolin, interpretada por Lara Flynn Boyle), cuya mera iniciativa y personalidad decidida impresionan a su jefe ejecutivo junior, Peter (Timothy Hutton). Además, ella usa su astucia y su comportamiento sexy para escalar hasta la cima de la escalera corporativa por todos los medios posibles y de forma sigilosa.
El giro de Boyle como femme fatale es lo que eleva a The Temp, con su interpretación atractiva y voluntariosa, y contrasta bien con el papel nervioso de yuppie de Hutton. Proveniente de un trasfondo de horror visto en Fright Night y Child’s Play, Holland no olvida sus raíces, con una escena que revuelve el estómago alrededor de una trituradora de papel como ejemplo principal. La película también cuenta con Faye Dunaway, que exagera con su actuación de reparto sobreactuada como la jefa de la compañía, Charlene Towne.
Whispers in the Dark (1992)
Whispers in the Dark llegó en pleno auge de la moda del thriller erótico, aunque esta película quedó fuertemente eclipsada por el fenómeno Basic Instinct estrenado el mismo año. Annabella Sciorra interpreta a una psiquiatra que se enamora de un hombre (Jamey Sheridan), que puede o no estar relacionado con las fantasías de asesinato de su paciente (Deborah Unger).
El guionista y director Christopher Crowe introduce algunos señuelos en un thriller de ritmo lánguido, permitiendo a los espectadores jugar a ser detectives desde su sofá a medida que se desarrolla la historia. La película depende en gran medida de vericuetos argumentales, con un final retorcido difícil de creer. Pero aun así se beneficia de la estética visual pulida de Crowe, con el uso ocasional de iluminación estilizada y sombras atmosféricas. Sciorra, que también aparece en The Hand That Rocks the Cradle, brilla igualmente en su papel protagonista, al igual que Deborah Unger y John Leguizamo como dos de las pacientes perturbadas.
Never Talk to Strangers (1995)
El gran gancho de Never Talk to Strangers es el emparejamiento de Rebecca De Mornay y Antonio Banderas. El tramo inicial de la historia se centra en cómo se conocen estos dos personajes: ella es una psicóloga criminal (la Dra. Sarah Taylor, interpretada por De Mornay) y él es un encantador extraño latino (Tony, interpretado por Banderas). Coquetean, se unen y finalmente terminan teniendo un apasionado encuentro sexual en el loft de Tony, filmado con un estilo erótico softcore obligatorio.
La trama se complica cuando ella descubre que alguien ha empezado a acosarla con regalos ominosos como flores muertas e incluso un gato desmembrado dentro de una caja. ¿Podría ser Tony, el extraño que podría estar jugándole una mala pasada? ¿O alguien más que guarda rencor contra ella? La dirección manipuladora de Peter Hall, que construye hasta una revelación sorpresa, puede sufrir por el factor de implausibilidad, pero Never Talk to Strangers sigue beneficiándose de la química ardiente entre De Mornay y Banderas mientras acierta con los elementos eróticos, en particular el uso fetichista de una valla en un momento dado. Sin olvidar la indudable actuación de De Mornay alternando entre una psicóloga reprimida y reservada y un atractivo sensual cuando se suelta la melena.
Desperate Hours (1990)
Un fracaso de taquilla en el momento de su estreno, el remake de Michael Cimino de la película de 1955 del mismo nombre —pero sin la palabra “The” en el título— sube el tono hasta un nivel exagerado, aunque sorprendentemente atractivo. Su estilo operático de filmación es evidente desde el principio, empezando con una audiencia judicial sobreactuada y una fuga de prisión planificada después de que el delincuente convicto Michael Bosworth (Mickey Rourke) logre escapar con la ayuda de sus cómplices (Wally, interpretado por Elias Koteas, y Albert, interpretado por David Morse) y de su abogada defensora (Nancy, interpretada por Kelly Lynch). Mientras esperan que Nancy se reúna con ellos, el trío elige un escondite para permanecer oculto por un tiempo: una casa suburbana que pertenece a una familia de cuatro dirigida por Tim (Anthony Hopkins).
La mayor parte de la película se centra en el territorio de la invasión doméstica mientras el trío mantiene a la familia como rehenes. Hay algo único en el enfoque de Cimino, utilizando primeros planos agitados y un trabajo de cámara dinámico para evocar una sensación de urgencia visual y dramática reminiscentede del remake de Cape Fear de Martin Scorsese, aunque este último se estrenó un año más tarde. Desperate Hours tiende a ser exagerada, pero la actuación carismática y predominantemente serena bajo presión de Mickey Rourke sigue siendo el punto culminante. La película también presenta actuaciones contundentes de Anthony Hopkins, Mimi Rogers y un David Morse desequilibrado.
Deceived (1991)
¿Qué ocurre si descubres que tu matrimonio perfecto no es más que una gran mentira? Esa es la premisa que rodea Deceived, el segundo largometraje de Damian Harris tras The Rachel Papers (1989). La historia sigue a Adrienne Saunders (Goldie Hawn), aparentemente felizmente casada, que descubre que su marido, un marchante de arte llamado Jack (John Heard), tiene un pasado cuestionable.
La intrigante premisa de la película tiene sus momentos siempre que puedas pasar por alto algunos de los defectos evidentes, incluido el ritmo errático. Goldie Hawn puede haber sido conocida principalmente por sus comedias, pero Deceived muestra con éxito su faceta dramática, de modo que resulta difícil no apoyar la situación de su personaje. La película también recibe un impulso extra por la actuación de John Heard en su turno de reparto como el manipulador Jack.
Sliver (1993)
Sharon Stone y el guionista Joe Eszterhas se reunieron para otro thriller erótico muy esperado, Sliver, un año después de que Basic Instinct causara tanto impacto en la taquilla y en la cultura popular. La única diferencia significativa aquí es que el provocador neerlandés Paul Verhoeven no está al mando; en su lugar dirige Phillip Noyce. Este último es un reputado director australiano por derecho propio, que ha mostrado su versatilidad en la exploración de distintos géneros como el thriller psicológico Dead Calm y el politically-charged Patriot Games.
La incursión de Noyce en el territorio del thriller erótico está dirigida con elegancia, aunque la historia sobre una editora divorciada (Carly Norris, interpretada por Stone) que se involucra sexualmente con uno de los inquilinos (William Baldwin) es un embrollo enrevesado. Hay asesinatos en el edificio de apartamentos donde vive, y no hay que olvidar un punto de la trama que gira en torno a un sistema de vigilancia de alta tecnología utilizado con fines voyeuristas. Sliver cuenta con muchos giros emocionantes y escenas ardientes, con la interpretación reprimida de Sharon Stone como Carly Norris que combina bien con el sórdido Zeke Hawkins de Baldwin, a pesar de que se rumorea que ambos no se llevaban bien fuera de cámara.
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Casey Chong









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