Reseña de BFI London: la ópera prima de Kevin B. Lee, Afterlives, interroga la propaganda terrorista
Gran parte de la realización cinematográfica y del visionado de cine se reduce a prestar tus ojos a otro o a aceptar ese préstamo como espectador––un proceso tan rápido, tan inmediato cuando se hace bien que uno fácilmente puede olvidar que se trata de un intercambio de consentimiento. Apartar la mirada, cerrar los ojos y taparse los oídos, salir de la habitación, cerrar la pestaña: todos estos actos parecen simples e inofensivos si se sacan de su contexto de espectador, pero lo que el cine eficaz comparte con las imágenes gráficas de violencia que circulan en nuestros feeds es lo horriblemente atractivo que resulta, en perjuicio del espectador. Afterlives, el primer largometraje de Kevin B. Lee, que se proyecta como parte del programa Experimenta del BFI London Film Festival tras su estreno mundial en DocLisboa, se pregunta si existe una forma de ver tales imágenes sin mostrarlas; de preocuparse, sin eludirlas.
La ética y la espectaduría están en la raíz de Bottled Songs, que fue un proyecto compartido por los cineastas e investigadores de medios Lého Galibert-Laîné y Lee en busca de estrategias para entender la propaganda terrorista en línea, especialmente los vídeos del Estado Islámico (ISIS). Bottled Songs, como el trabajo de Lee hasta ahora (p. ej. Transformers: The Premake), fue un documental de escritorio que registraba interacciones, investigaciones y reflexiones directamente sobre la pantalla de un ordenador, ayudado por una voz en off para discutir el complejo paisaje mediático en el que la gente existe hoy como espectadores y consumidores. Afterlives toma este impulso y lo explora en la forma de un documental de larga duración que utiliza no solo la estética de escritorio, sino también metraje encontrado e imágenes filmadas––entrevistas y escenas exploratorias en el proceso de búsqueda de sentido de Lee. Conocido sobre todo por su práctica del videoensayo, y en particular por el formato de documental de escritorio, cumple el credo ensayístico en Afterlives mediante una especie de autointerrogación que supera los confines de la primera persona del singular. En otras palabras: la película comienza con él intentando negociar la posición de un espectador de vídeos del ISIS fuera de los tropos típicos de identificación, y gradualmente se aparta del “yo” para hacer espacio a otros.
Los otros en cuestión incluyen a la periodista y educadora política Nava Zarabian, cuyo trabajo abarca la protección en línea y la vigilancia del contenido terrorista, y a la directora del International Center for the Study of Violent Extremism, Anne Speckhard, que entrevista a desertores, retornados y presos del ISIS. Ambas reciben a Lee en sus hogares para conversar y reflexionar sobre sus prácticas, y a través de esas conversaciones la película logra equipar al espectador con el conocimiento contextual suficiente para apreciar los intercambios más rigurosos que ocurren delante de la cámara. Sin embargo, Lee nunca permite la comodidad de conceptualizar en exceso durante demasiado tiempo, bien consciente de que un espectro de violencia se cierne sobre quienes encuentra.
Afterlives realiza una excavación––metafórica y literal––en el pasado de la propaganda terrorista y su futuro imaginado, pues muchos de los que el cineasta encontró en 2014 desde entonces han desaparecido de Internet. Una secuencia muestra cómo la tecnología se enfrenta a sus límites incluso ahora, cuando Lee pide a un generador de imágenes por IA que le muestre esos mismos visuales ausentes del espacio virtual, y los resultados son pulidos––en cierto modo, intencionalmente menos dañinos. Es entonces cuando el título de la película cobra mayor nitidez, al comprender que “los crímenes del pasado [están] enterrados en imágenes del futuro”, sus “vidas posteriores” a salvo y bien guardadas, instaladas en tumbas algorítmicas.
Un tipo de arqueología más literal (aunque no del todo) define el interés de Lee por conocer a la artista Morehshin Allahyari, cuyo modelo impreso en 3D de una cabeza de Medusa encontró en un museo alemán en 2021. El proyecto de Allahyari es de restauración digital: recopilar datos sobre artefactos destruidos por ISIS y resucitar los objetos perdidos en réplicas impresas en 3D; habla abiertamente de su trabajo, pero también expresa la sospecha de que esta práctica puede ser cooptada por una lógica colonial. Lo que ella denomina “cuidado violento” encuentra un ejemplo en el caso en que una réplica impresa en 3D del Arco del Triunfo de Palmira fue inaugurada, de todos los lugares, en la plaza Trafalgar de Londres.
Pero aunque existe cierta sinergia entre el “cuidado violento” de Allahyari y el flujo del enfoque de Lee hacia la iconografía violenta, Afterlives insiste en su propia relación ambigua con lo visual. Quizá por eso verás a Lee “salir” del espacio del escritorio y aparecer en carne y hueso como una forma de exponerse, por una respetuosa necesidad. Sea cual sea la forma cinematográfica que adopte, Afterlives es un documental entregado y reflexivo, cuya campana de urgencia resuena hacia el pasado y hacia los futuros de las imágenes.
Afterlives se proyectó en el BFI London Film Festival.
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