
Crítica de Sundance: Love, Brooklyn traza un tierno romance a través de un barrio impreciso
Se puede sentir la brisa cálida filtrándose a través de Love, Brooklyn, una película de verano suave y onírica que a menudo se tambalea al borde de la realidad. La ópera prima de Rachael Abigail Holder, escrita por Paul Zimmerman, no deriva necesariamente hacia la fantasía abstracta, pero su visión de este barrio en rápida evolución a veces parece pertenecer a una dimensión alternativa. Las calles nocturnas, los parques y los bares están prácticamente vacíos. Los barrios de Fort Greene y Bed-Stuy parecen inmaculados, despejados, indefinidos. Y todos los implicados en este drama romántico triangular tienen una vaga vocación que les permite un estilo de vida totalmente lujoso. Todo es un poco demasiado bueno para ser verdad.
Eso empieza con Roger (André Holland), un escritor que se esfuerza por mecanografiar un ensayo que le han encargado sobre el aburguesamiento y la evolución de Brooklyn. Es un tema maduro, y Zimmerman utiliza la idea como telón de fondo temático para su guión. Pero cuanto más procrastina Roger, más retrasa su fecha de entrega y más evita a su editor en esta anodina publicación, más grietas y preguntas empiezan a aflorar. ¿Es este encargo su única fuente de trabajo e ingresos? ¿Cómo puede permitirse un apartamento tan bonito en Brownstone? ¿Por qué está tan tranquilo y contento? ¿No está estresado por conseguir escribirlo?
Está bastante claro que Zimmerman no se centra en la carrera de Roger (de lo contrario, Holland sería mucho más maniático), que pasa a un segundo plano ante su complicada vida amorosa, que oscila entre su ex Casey (Nicole Beharie) y la madre soltera Nicole (DeWanda Wise). Ha establecido una rutina regular entre ellas. Disfruta de citas platónicas con Casey, descansando en el parque, celebrando cenas románticas y haciendo el tonto juntos, recuerdos de su vida anterior. Luego se acerca a Nicole para tener sexo, sin hacer ruido para no despertar a su hija pequeña, Ally (Cadence Reese), que tiene la costumbre de interrumpir sus noches íntimas.
La ecuación funciona bastante bien para Roger, al menos hasta que Nicole empieza a abrirse más (su marido murió en un accidente) y a dejarle entrar en la vida de su pequeña familia. Por mucho que disfrute reavivando su fiable y familiar pasado con Casey, poniendo voces divertidas e indagando sobre otras personas significativas, está igual de intrigado por entrar en algo nuevo y más serio con Nicole. Ella y su hija finalmente asisten a una fiesta de cumpleaños con Roger, que más tarde acepta recoger a Ally del colegio y acompañarla a casa. La dinámica cambiante (a pesar de la insistencia de Nicole en no etiquetar su relación) pronto sacude sus hábitos compartimentados.
Holder y Zimmerman tienen un gran interés en conectar a sus personajes con la "des-evolución" de Brooklyn, como la llama Roger. Casey es propietaria de una galería de arte y se siente en conflicto por venderla a unos compradores que están adquiriendo toda la manzana. Nicole tiene problemas para presentar a Roger a Ally sin que parezca que está sustituyendo a su difunto padre. Mientras tanto, Roger no puede decidir si debe volver a su antiguo amor o desafiarse a sí mismo con nuevos sentimientos. Al igual que la propia ciudad, los tres se enfrentan al hecho de estar en deuda con su pasado y de avanzar demasiado rápido hacia su futuro.
Son temas que merecen la pena y cuestiones personales que explorar, pero Zimmerman no tiene mucho más que ofrecer que trazar y vincular su resolución al ensayo atrasado de Roger que por fin empieza a escribir. En lugar de eso, el verdadero placer de esta película surge de su estado de ánimo casual y tierno, que suaviza los detalles vacíos de los personajes gracias a la habilidad de Holder para enmarcar la conversación, disfrutar de pausas preñadas y sintonizar el montaje con los ritmos relajados de Roger. Holder se apoya sobre todo en la fuerza de su reparto para mantener el ambiente relajado.
Después de ofrecer una actuación emocionalmente traumatizada en Exhibiting Forgiveness, del año pasado, Holland pasa a interpretar a un artista menos prolífico que fuma hierba y se emborracha sin caer nunca en el histrionismo. Pone un barniz suave sobre muchas asperezas, igual que Wise conjura un rostro valiente e independiente para enmascarar el dolor que Nicole aún siente por la ausencia en su hogar. Es Beharie la que mezcla el humor con la personalidad más exagerada de Casey, pero nunca roza el cliché de los celos, sino que crea una armonía entre los personajes que podría ser la mejor característica de esta película.
En última instancia, es lo que mantiene a Love, Brooklyn unida mientras serpentea por su entorno, prestando atención a la improbable quietud de la noche, al resplandor de la luna y a las ramas que la atraviesan. Estas personas y lugares parecen más bien producto de la imaginación, parte de un barrio que Holder quiere que sea. Como tal, la película es un boceto áspero y pictórico, un primer borrador fácil de leer, que provoca sentimientos cálidos y que merece un poco más de detalle.
Love, Brooklyn se estrenó en el Festival de Sundance de 2025. Calificación: B-
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