Crítica de la Berlinale: Sueños, de Michel Franco, hace girar la traicionera danza del amor a través de las fronteras

Crítica de la Berlinale: Sueños, de Michel Franco, hace girar la traicionera danza del amor a través de las fronteras

      Algunas imágenes se han convertido en metonimias por naturaleza, reflejando los problemas políticos de hoy en día sin apenas necesidad de contexto. Una toma de este tipo abre la nueva propuesta de Michel Franco, Sueños, y es la de un enorme camión abandonado junto a una vía férrea: cruce ilegal de fronteras. El camión traquetea y se estremece con los gritos de las personas encerradas en su interior, que claman por ayuda; uno ya anticipa las terribles condiciones en las que se encuentran los fugitivos una vez que la policía abre la puerta trasera. Uno de esos "ilegales" consigue escapar en medio del caos: un hombre joven y de aspecto fuerte (Isaác Hernández) cuya determinación queda clara a cada paso que da en esa carretera desolada. No sabemos quién es, pero seguro que sabe adónde va, y hay en él una fiereza que supera el dolor que obviamente siente.

      Después de hacer autostop hasta San Francisco, irrumpe en la lujosa casa de Jennifer McCarthy (Jessica Chastain), que lo encuentra durmiendo en su cama a la mañana siguiente, desnudo. Su silencio la delata, aludiendo a que no se trata de un desconocido cualquiera, y al minuto de despertarse, Fernando ya está encima de ella con el fervor del amante añorado. "Quiero cuidar de ti", susurra Jennifer, levantando el telón de una historia de amor que traspasa países y clases sociales. Antes de que el público pueda reconstruir la cronología de la relación, Sueños ofrece más detalles de la historia de fondo de la pareja a través de escenas de intensa intimidad. Los colaboradores habituales de Franco, el director de fotografía Yves Cape y el montador Óscar Figueroa, utilizan su característico lenguaje visual tenso, antes reservado a los estallidos violentos, para esculpir secuencias sexuales a partir de tomas largas estáticas y cortes contundentes. Pero el resultado nunca es duro. Más bien al contrario: cuando cada roce está alimentado por una química tan chispeante como la que existe entre Chastain y Hernández (y sus dos personajes tan asertivos), esas escenas se hinchan con un anhelo insaciable. Sin embargo, la vida es enemiga del amor. Jennifer es hija del multirrico benefactor Michael McCarthy (Marshall Bell) y el dinero de la familia ostenta todo el poder mientras que Fernando, por muy bailarín de ballet que sea, siempre será un inmigrante mexicano sin papeles a los ojos de este clan. Lo que tenemos es un caso de amor imposible (ya de por sí uno de los recursos dramatúrgicos más potentes) lleno de orgullo y encadenado por los prejuicios de clase. Como escritor, Franco ha dudado a la hora de empujar a sus personajes a territorios moralmente ambiguos, pero ésta puede ser su declaración más magistral hasta la fecha sobre las complejas dinámicas de poder.

      La económica narración de Dreams -lineal, con elipsis y una espectacular secuencia de flashback/sueño despierto que sacude el realismo obvio- funciona menos al servicio de la trama que para poner de relieve los filetes sumisos y dominantes tanto de Jennifer como de Fernando: sexual, emocional y financieramente, se balancean en una danza traicionera. Isaac Hernández (bailarín principal del American Ballet Theatre) es una auténtica revelación en su primer papel en un largometraje, combinando ligereza e instinto con peso sentimental. La forma en que convierte la terquedad de Fernando en encanto y carisma encaja a la perfección con la manera en que Chastain va perdiendo la compostura capa a capa. Su Jennifer es una amante genuina, agobiada por la seguridad a la que tan desesperadamente se aferra y en constante conflicto con sus deseos. Es fácil quererlo todo cuando se puede tener literalmente todo lo que se desea, pero la actriz estadounidense hace todo lo posible (física y emocionalmente) para animar cada una de las paradojas de un personaje que, de otro modo, sería fácilmente tachado de malcriado. Las dos potentes interpretaciones que conforman el núcleo de Sueños consiguen mantenerse tan firmes que parece que una historia de amor como la suya puede superar incluso la brutalidad característica que uno ha aprendido a esperar de cada película de Michel Franco.

      Hasta que Franco estrenó Memory en la competición principal de Venecia en 2023, la gente creía saber qué esperar de él. Desde su debut en 2009 con Daniel y Ana, el director mexicano ha puesto a prueba los límites de las relaciones humanas en la pantalla. En particular, se ha centrado en las dinámicas familiares, cómo se tensan y se resquebrajan bajo presión; en sus mundos cinematográficos, nadie sale ileso. Memory, sin embargo, fue una primicia en más de un sentido: la primera colaboración con Chastain, pero también el primer atisbo de esperanza al final de una película de Franco. Con ella, y ahora con su continuación, parece que el cineasta ha dejado más espacio para el amor y, potencialmente, para la redención. Si Memory era profundamente romántica, Dreams incendia el romanticismo y sus llamas arden con más fuerza que nunca. Dreams se estrenó en la Berlinale 2025 en Competición.

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