
Crítica de Cannes: La Misteriosa Mirada del Flamenco es un Drama Queer Profundamente Conmovedor
Como recordatorios de que la ignorancia, la intolerancia y el odio literalmente pueden matar, las historias sobre la epidemia del SIDA siempre serán relevantes. El último y hermoso ejemplo llegó por cortesía del escritor y director chileno Diego Céspedes, cuyo largometraje debut The Mysterious Gaze of the Flamingo se estrenó en la barra lateral de Un Certain Regard de Cannes. Aunque la película puede carecer de un ritmo narrativo o dos para emprender el vuelo por completo, no obstante es un tributo finamente elaborado y profundamente conmovedor al amor y la comunidad, una pieza de arte orgullosamente y vitalmente queer.
Ambientada en 1982, la película se desarrolla en un remoto pueblo desértico del norte de Chile. No pasa mucho, excepto en la cantina del pueblo, donde los mineros se mezclan con un grupo de artistas travestidos, incluido el carismático Flamenco (interpretado por Matías Catalán). Flamingo tiene una hija de 12 años, Lidia (Tamara Cortés), que es intimidada por los muchachos del vecindario porque afirman que su madre y otros "pervertidos" de la cantina son responsables de la "Peste", una enfermedad desconocida e incurable que ha enfermado bastante a la gente. Asustada e impotente, la gente del pueblo cree que los travestis están propagando la Plaga a través de sus ojos. Una noche, un antiguo amante del flamenco interrumpe las festividades en la cantina y le pide al artista estrella igualmente enfermo que lo libere de esta maldición. Esto desencadena una serie de eventos que dejan a Lidia al cuidado de la dueña de la cantina Boa (Paula Dinamarca), quien promete protegerla a ella y a las otras chicas de su establecimiento de ataques externos.
No muchos de nosotros podríamos imaginar cómo era la vida de los hombres homosexuales de las zonas rurales de Chile durante los años 80, pero Céspedes hace un trabajo maravilloso llevándonos de regreso. En el primer acto más impecablemente realizado de la película, recrea un refugio de amor de la época en que el pánico al SIDA comenzaba a filtrarse en ese lado del mundo. El conjunto del desierto y los trajes extravagantes están elaborados con detalles evocadores específicos de la época. Aún más importante, representa a un grupo muy unido de almas gemelas que vivieron en voz alta y sin disculpas, adoptándose unas a otras como hijas, madres y hermanas para formar una familia elegida antes de que el concepto tuviera un nombre. Cuando Lidia es intimidada, todas sus tías siguen el ejemplo de Flamingo para ir a darles una lección a los niños. Cuando las cosas se ponen demasiado locas, la compañía encuentra la paz en un baile dentro de las cuatro paredes que llaman hogar. Sin nada para combatir el virus o la estigmatización, todo lo que tienen es el uno al otro.
Hay una escena en la que un flamenco visiblemente enfermo y cansado intenta consolar a Lidia y la empuja a dar un giro lento en la pista de baile mientras suena una vieja canción azucarada de fondo. La imagen de dos seres humanos unidos en un intento de consuelo, permitiéndose olvidar temporalmente sus penas, se está moviendo a un nivel tan visceral que te hace preguntarte cómo alguien podría vilipendiar lo que ve simplemente porque la niña llama madre al hombre al que abraza con tanto amor.
La crisis abunda en el segundo acto, donde la amenaza de violencia homofóbica se hace real y un pueblo cegado por el miedo comienza a tomar medidas drásticas contra los travestis y sus ojos peligrosos. Aunque filmada con gran fluidez y acompañada de imágenes impactantes, hay cierto deseo de que esto se desarrolle un poco más--uno siente que las consecuencias de lo que le sucedió a Flamingo no se abordan lo suficiente, y una transición de la cantina invadida a Boa encontrando el amor de su vida parece algo apresurada. A pesar de estos pequeños golpes, Céspedes termina su película con una nota alta y desgarradora. Para Lidia, el comienzo de una nueva vida está a la vuelta de la esquina, pero con las tres palabritas que susurra en la toma final, entiendes que los que se han ido nunca serán olvidados.
La Mirada Misteriosa del Flamenco se ve y suena maravillosa. Felicitaciones a DP Angello Faccini por capturar la calidez y vitalidad de canteen sisterhood en un contexto de paisaje árido y hostilidad ciega. La partitura de Florencia Di Concilio es igualmente efectiva para enfatizar el contraste entre los lazos formados por amor y el frío odio mostrado hacia ellos. La toma final antes mencionada es solo una de las muchas que tienen un impacto emocional desmesurado, gracias en parte a su diseño visual y auditivo.
Las tres pistas son excelentes. Catalán da vida vívidamente al flamenco apasionado y de voluntad fuerte. Dinamarca imbuye a la matriarca Boa de entrañable ligereza y acerada dignidad. Como Lidia, la joven testigo de toda la bondad y crueldad en un mundo que no comprende, Cortés impresiona con una actuación cuidadosamente calibrada que revela una profunda comprensión de su carácter.
Cuando la forma de vida queer, la alteridad en general, está bajo una amenaza perpetua y las historias que agudizan nuestro sentido de empatía nunca serán intempestivas, el mundo siempre necesita nuevos cineastas queer. Con La Mirada Misteriosa del Flamenco, Céspedes ha demostrado tanto las habilidades para armar una película como la comprensión del significado de su historia: puedes sentir la indignación a sangre caliente detrás de cada fotograma.
La misteriosa mirada del flamenco se estrenó en el Festival de Cine de Cannes de 2025.
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