
Reseña de Telluride: Hamnet de Chloé Zhao nos recuerda por qué el arte importa
Hamnet es una gran obra de empatía y, con mucha diferencia, la mejor película que ha hecho Chloé Zhao. Adaptada de la novela de 2020 de Maggie O’Farrell, que aquí vuelve como coguionista, la película sirve como un hermoso recordatorio de por qué el arte es importante: de cómo ver algo puede hacerte sentir, entender y reflexionar.
La trama de la película es simple: la joven Agnes (Jessie Buckley) se casa con el maestro tutor del pueblo, William Shakespeare (Paul Mescal), y tienen tres hijos: la mayor, una niña llamada Eliza (Freya Hannan-Mills), y los gemelos menores Judith (Olivia Lynes) y Hamnet (Jacobi Jupe). Judith apenas sobrevivió al parto, y Agnes teme perder a su segunda hija en cualquier momento. Agnes, que perdió a su propia madre siendo joven, halló consuelo en la naturaleza entre sus abejas y su pájaro. Al decir que tiene la capacidad de ver lo que va a suceder, muchos aldeanos la consideran una especie de bruja. William viaja a Londres para perseguir sus ambiciones creativas instado por su esposa y con la ayuda de su hermano Bartholomew (Joe Alwyn). Su prolongada ausencia se vuelve, por supuesto, difícil de soportar, hasta que una gran tragedia aleja aún más a Agnes y William y pone a prueba su temple. En su dolor, William escribe Hamlet, una de las grandes obras de arte.
Esta es una película dolorosamente hermosa, subrayada por una partitura de Max Richter que perdurará por sí sola. El director de fotografía Łukasz Żal es paciente con su cámara; Zhao es paciente con su ritmo. La fluidez del movimiento permite que cada emoción te sorprenda. Es como un truco de magia, insinuado en The Rider y Nomadland, pero perfeccionado aquí. Buckley y Mescal comparten momentos de intimidad tan reales que a menudo dejan sin aliento. Lo mismo puede decirse de los niños: Hannan-Mills, Lynes y Jupe poseen una naturalidad tan rara en los actores jóvenes. Una escena concreta de juego dramático para sus padres es algo que recordaré durante bastante tiempo.
El tercer acto es donde Hamnet trasciende y se convierte en algo especial: dentro del Globe Theatre, vemos la vida y el arte colisionar en el rostro de Agnes. Es el tipo de interpretación difícil de describir porque parece imposible que una persona la pueda lograr. Los ojos de Buckley: confusos, luego furiosos, luego eufóricos. Con poco diálogo, todo sucede en su rostro. Sus revelaciones se vuelven nuestras. Ser transportado a otro lugar por una historia a veces puede ser la cura de tus dolencias más profundas.
Contamos historias para poder sobrevivir. Para entender nuestra tristeza y nuestro éxtasis. Vivimos en un país que se resiste a subvencionar las artes. Existe una idea persistente y desafortunada de que los libros, las películas y la música son un lujo. Un pasatiempo. Algo para hacer cuando tienes tiempo. Es mucho más que eso. Es necesario. Es como respirar. Hamnet nos lo recuerda.
Hamnet se estrenó en el Festival de Cine de Telluride de 2025 y tendrá un lanzamiento limitado el 27 de noviembre.

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