
Reseña de TIFF: Sacrifice de Romain Gavras es una sátira pop que se queda corta.
No es exagerado afirmar que el entorno en el que ves una película influye mucho en lo que sientes por ella. Esto fue el caso con Sacrifice, una supuesta sátira de los superricos y de la adoración a las celebridades que, vista en el contexto del estreno mundial de gala de un festival de cine, donde cada gran nombre del reparto fue acompañado por vítores del público, no pudo evitar sonar un poco falsa.
El acceso principal de la película al mundo del uno por ciento es la estrella de Hollywood Mike Tyler (Chris Evans), que atraviesa un bache profesional tras un colapso público, y además busca redimirse con una aparición en una cena benéfica de etiqueta en Grecia en favor de la lucha contra el cambio climático. Los demás invitados incluyen al multimillonario tecnológico Bracken (Vincent Cassel), que adopta de manera deshonesta el lenguaje del ecologismo para, en realidad, promover la extracción de más recursos; a su exmujer, la música Pinault (Salma Hayek); y, incluso, a Charli XCX en una escena como una estrella pop que interpreta ese temazo, "Supernature", de Cerrone, de la película Climax de Gaspar Noé.
Sin embargo, la conferencia es interrumpida por un grupo ecoterrorista juvenil liderado por la de mirada acerada escandinava Joan (Anya Taylor-Joy) y su hermano (Yung Lean), que enmarcan sus objetivos ecologistas bajo justificaciones folklóricas. Joan afirma que la Madre Tierra le habla directamente para evitar un desastre inminente arrojando a tres ricos a un volcán como una especie de sacrificio. Luchando con su creciente autoodio —y quizá viendo incluso una oportunidad de verdadera trascendencia en un mundo de celebridades sin espiritualidad— Mike se hace cómplice del grupo, descubriendo que sus delirios pueden tener más sustancia de la que aparentan.
La interpretación de Anya Taylor-Joy como Joan es magnética, indudablemente lo mejor de Sacrifice; es una pena que gran parte de la película esté dedicada al arco tan flojo de Mike y a la presencia insípida de Evans. Aunque es fácil admirar a Evans por intentarlo en su carrera post-Marvel, también es difícil no ver que esa autoconsciencia le ha impedido ser un actor especialmente convincente.
Detrás de la cámara, Romain Gavras —un director veterano de algunos de los videoclips más brillantes de la última década y un par de películas con matices de género— tiene un gran ojo, lo que garantiza que Sacrifice sea siempre un placer para la vista. Pero, en conjunto, sorprende que sea plano como sátira pop. El peligro, la manía y —y lo que es crucial— el humor nunca están a la altura. Por atreverse a hacer una referencia visual al grupo de liberación de Weekend de Jean-Luc Godard en el vestuario de los ecoterroristas, resulta bastante extraño lo deshilachada y poco contundente que es la política real.
Aunque probablemente se deba a que, en el fondo, Sacrifice es una narrativa de redención bastante convencional, cuyo punto de entrada mediante una estrella de cine funciona más como lágrimas de cocodrilo de la élite del espectáculo de lo que quisiera admitir. La película es, en última instancia, demasiado sentimental y poco ácida porque nunca termina de atreverse a derribar el mundo del que nace. Si hay un punto en el que se siente más como un chiste interno no gracioso que otra cosa, quizás esa sea la cruda realidad del mundo al que nos enfrentamos: no es capaz de hacer el auténtico sacrificio y resolver el problema.
Sacrifice se estrenó en el TIFF 2025.
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