Reseña del TIFF: The Fence, de Claire Denis, fija una mirada inquietante en la oscuridad

Reseña del TIFF: The Fence, de Claire Denis, fija una mirada inquietante en la oscuridad

      ¿Está cambiando la idea de lo que es una película de Claire Denis? Probablemente se formó una imagen en la cabeza de quien escuchó ese nombre: elíptica, sexy, vanguardista. Sin embargo, trabajos recientes sugieren una dirección distinta, mucho más directa y menos misteriosa. Incluso puede decirse que su película más nueva, The Fence, se siente como una película final––no necesariamente como una gran suma o declaración, sino como un despojo de casi todo lo posible. La película, se podría decir, llega a centrarse solo en la política––o quizá, si se le preguntara a Denis, la conocida admiradora del verboso Jean Eustache, en el carácter y el diálogo––en lugar de la mise-en-scène con M mayúscula. Al basarse en la obra de teatro de Bernard-Marie Koltès Black Battles with Dogs, sus orígenes teatrales le sirven tanto en sentido positivo como negativo, y también apuntan a alguien que simplemente quería sacar adelante una adaptación de algo que le gustaba con bastante rapidez.

      Comenzando con la tajante tarjeta de título “A construction site in West Africa” (casi como algo sacado de una película de acción de Hollywood), The Fence nos deja directamente en medio de una dinámica colonial conocida desde los inicios de la filmografía de Denis. Horn (Matt Dillon) es el capataz en dicho emplazamiento, intentando simplemente hacer su trabajo en medio de lo que parece ser una toma de control china. Una noche, sin embargo, Alboury (Isaach de Bankolé) aparece al otro lado de la valla que protege la vivienda de los obreros; el estoico hombre africano de mayor edad, vestido mucho mejor que el tosco Horn — Saint Laurent hizo la ropa, al fin y al cabo — exige recuperar el cuerpo de su hermano muerto, que trabajaba en la construcción allí. Horn protege su trabajo y su estatus; quiere a la vez conservar la lealtad de su nueva esposa, Leonie (Mia McKenna-Bruce), treinta años menor, y mantener al obrero responsable de la muerte, Cal (Tom Blyth), lejos de problemas, con motivos que se entrelazan y que descubriremos más adelante.

      Gran parte del drama de la película es simple, con planos-contraplano grabados a mano desde ambos lados de la valla, con Dillon interpretando de forma eficaz a un hombre tonto (y aun condescendiente) que es malo fingiendo que no sabe más, mientras el habitual de Denis, de Bankolé —probablemente en su papel más importante desde The Limits of Control— presta su presencia, característicamente imponente, a lo que es esencialmente un espectro. The Fence, francamente, es tan directo como suena, aunque una primera instancia que parece un plano generado por IA para una secuencia onírica hace pensar que iba a surgir un territorio completamente nuevo de imágenes que nunca llega a materializarse.

      La mayor parte de la película es silenciosa hasta el extremo; se oyen muchos grillos, pero ninguna de la esperada banda sonora de Tindersticks. En un momento Leonie le menciona a Horn la sensación inminente de fatalidad que siempre ha pendido sobre su vida, y una sensación acumulada de que algo no está del todo bien en el aire consigue perforar de forma efectiva un registro tenue. No obstante, uno desearía que la escalada pudiera jugar a un nivel algo más alto, o ser simplemente un poco más sorprendente. Pero supongo que por eso The Fence evoca una película final: es una mirada a la oscuridad del presente que sencillamente no ve nada más.

      The Fence se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Toronto de 2025.

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