
10 thrillers eróticos infravalorados que tiene que ver
Casey Chong presenta una selección de thrillers eróticos infravalorados que merece la pena ver... Puede que los thrillers eróticos hayan disminuido considerablemente en la era actual, aunque este subgénero causa sensación -para bien o para mal- de vez en cuando con películas como la trilogía de Cincuenta sombras de Grey, Fair Play de Netflix y la recientemente estrenada Babygirl, protagonizada por Nicole Kidman. El subgénero tuvo sus momentos álgidos en su día, sobre todo durante las décadas de los 80 y 90, dominadas por Body Heat, Atracción fatal e Instinto básico, que definieron el género. El éxito de estas películas allanó el camino para muchas otras, algunas de las cuales son thrillers eróticos infravalorados que merecían una segunda oportunidad. Payback (1995) Puede que el fallecido Anthony Hickox fuera conocido principalmente por sus obras de terror, desde la duología Waxwork hasta Hellraiser III: Infierno en la Tierra, pero de vez en cuando se aventuró en otros géneros, como con Payback, un thriller erótico que parece una imitación de El cartero siempre llama dos veces. Sin embargo, es una imitación sorprendentemente mejor de lo esperado, gracias a la segura dirección de Hickox, que combina eficazmente los tropos del neo-noir -el cínico protagonista (Oscar Bonsetter, de C. Thomas Howell) y una mujer fatal (Rose Gullerman, de Joan Severance)- con algunos momentos cargados de erotismo. Si se puede pasar por alto el molesto bigote de Howell, éste hace un buen trabajo interpretando a un ex convicto que busca venganza contra el guardia de la prisión (Marshall Bell) que mató a su amigo entre rejas. Lo más destacado, por supuesto, reside en la chispeante química entre Howell y Severance, que interpreta a la sexy camarera esposa del guardia de prisiones. Hickox también llega a intentar superar el sexo de sobremesa de Jack Nicholson y Jessica Lange en El cartero siempre llama dos veces con el acoplamiento animal de Howell y Severance en la cocina. Femme Fatale (2002) Hasta la revelación, Brian De Palma hace un buen trabajo con todos los trucos de su cine. Muestra su maestría en la dirección desde el primer momento: un audaz robo de diamantes, con un momento pervertido en un baño entre Rebecca Romijn-Stamos (ahora Rebecca Romijn) y Rie Rasmussen. El elaborado decorado inicial recuerda al brillante trabajo de Misión imposible de De Palma, detallando cada movimiento: Posteriormente, los dobles rasgos, la seducción y la manipulación dominan Femme Fatale, y el astuto guión de De Palma se centra en el complejo plan de la protagonista, uno de los cuales gira en torno al señuelo del paparazzo Nicolas Bardo, interpretado por Antonio Banderas. El enfoque explotador de De Palma es donde reside la diversión, resultando en un sexy y entretenido jugueteo neo-noir. Y para rematar, un momento de placer culpable con el striptease de Romijn y un rapidito. Jade (1995) A pesar de su breve regreso con Vivir y morir en Los Ángeles (1985), los años 90 no fueron buenos para William Friedkin. Uno de sus esfuerzos fue Jade, que llegó en el momento del boom del thriller erótico, pero que lamentablemente fracasó en taquilla. Friedkin no es Paul Verhoeven, aunque Instinto Básico, de este último, es famosa por ser la responsable de la eclosión de dicho género. Pero el director de The French Connection tiene su manera de enfocar un thriller erótico. La película también cuenta con Linda Fiorentino, de La última seducción, en un personaje clásico de mujer fatal, mientras que Friedkin saca lo mejor de la atractiva interpretación principal de David Caruso como el ferozmente decidido ayudante del fiscal del distrito. Jade muestra igualmente el talento visceral de Friedkin en la dirección que define algunas de sus mejores obras, en particular la emocionante escena de la persecución en coche en la montañosa ciudad de San Francisco, en la que capta la pura tactilidad y urgencia de la escena. Mar de amor (1989) La década de los ochenta no fue precisamente fructífera para Al Pacino, sobre todo después de venir de una época estelar en los setenta con los dos primeros Padrinos, Serpico y Tarde de perros. Salvo Scarface, su producción de los 80 fue en su mayor parte olvidable, pero la llegada de Mar de amor supuso el regreso del actor, que encarnó a la perfección la caracterización de un policía quemado con problemas de alcoholismo. El director Harold Becker combina con eficacia elementos de procedimiento policial y de thriller erótico, donde este último se hace evidente con la introducción de Ellen Barkin en su papel revelación como la sensual divorciada Helen Cruger. Lo mejor de la película es la química en pantalla entre el detective Frank Keller de Pacino y la Cruger de Barkin y, como buen thriller erótico, todo empieza con una provocación. Becker incorpora un juego de poder cambiante a medida que aumenta la tensión sexual entre Frank y Helen, donde esta última toma el control de cómo se determina el juego. El color de la noche (1994) Al llegar la década de 1990, la entonces recién estrenada estrella Bruce Willis ya estaba en la cima del mundo, gracias a cierta película llamada Jungla de Cristal. En 1994, el actor intervino en cuatro películas, entre ellas uno de sus mejores papeles en Pulp Fiction; luego está Color of Night, una anomalía en la filmografía de Willis en la que prueba suerte interpretando un papel en un thriller erótico. La película supone el regreso del director Richard Rush, cuya anterior película fue The Stunt Man en 1980, y su extraña incursión en el territorio del thriller erótico se describe mejor como una diversión exagerada y explotadora de placer culpable. Rush incluye un montón de pistas falsas con varios subgéneros, desde el enrevesado thriller de estilo hitchcockiano hasta el slasher-horror, una película de acción (me viene a la mente la persecución en coche) y, por supuesto, el encuentro sexual entre Bruce Willis y Jane March. No, no se trata de la inmerecida ganadora del Oscar a la mejor película por el mismo título, sino del controvertido thriller erótico NC-17 de David Cronenberg, que se llevó el Premio Especial del Jurado de Cannes. Comenzando con la enigmática pero seductora partitura de Howard Shore que suena en los créditos iniciales, Cronenberg establece el tono con una precisión deliberadamente fría. Basada en la provocativa novela homónima de J.G. Ballard de 1973, Cronenberg presenta a los personajes como si habitaran en su propio mundo transgresor, y la paleta visual gélida y atmosférica del director se encarga de ello. Las escenas de sexo se inclinan más hacia el extraño fetichismo de la erótica automovilística, utilizando los accidentes de coche como formas tangibles improbables de lujuria y deseo crecientes. Está claro que Crash no es para todo el mundo, pero Cronenberg consigue aportar su calidad cinematográfica única e irrepetible, que pertenece a su especialidad, al tiempo que saca lo mejor de sus actores, desde James Spader a Holly Hunter, Deborah Kara Unger y Elias Koteas, en sus papeles de reparto como ningún otro. Acero azul (1990) Hubo un tiempo en que Kathryn Bigelow rezumaba un estilo distintivo en sus primeras películas, y una de ellas fue Acero azul, de 1990. Aunque se promociona como un thriller de acción, en el que una policía novata y uniformada, Megan Turner (Jamie Lee Curtis), se convierte en el objetivo de un loco desquiciado (Ron Silver) que posee una Magnum 44 robada, Acero azul está furtivamente mezclada con elementos de thriller erótico. Por ejemplo, la sugerente secuencia inicial: La siniestra banda sonora de Brad Fiedel, de Terminator, sonando de fondo junto a los primeros planos en movimiento de un revólver Smith & Wesson, todo ello bañado en una gélida paleta de colores azules. La cámara se centra en todos los rincones de la pistola, junto con la introducción de una bala en la recámara. El fetiche del personaje antagonista de Ron Silver por la Magnum 44 y su posterior matanza se convierten en los elementos visuales eróticamente simbólicos con los que Bigelow abraza sin reservas su estilosa dirección. Blue Steel también cuenta con las mejores interpretaciones de Curtis y Silver, mientras que el talento de Bigelow para la orgía de sangre y violencia a cámara lenta, sobre todo en el tiroteo final, es para recordar. Chloe (2009) Atom Egoyan no es ajeno a los thrillers eróticos cerebrales, como demostró con Exótica y Donde yace la verdad. Y luego está Chloe, que explora los provocativos temas de las inseguridades, el sexo y la obsesión con el apoyo de un reparto estelar. El título en cuestión hace referencia a la sensual chica de compañía que interpreta Amanda Seyfried, cuyo papel en un momento en que se la conoce sobre todo en comedias como Mean Girls y Mamma Mia! Su transición a un papel más adulto marca un gran avance para Seyfried con su bravura interpretativa. La película también cuenta con interpretaciones igualmente sólidas de Liam Neeson y, sobre todo, de Julianne Moore, que interpreta a una ginecóloga obstetra emocionalmente insegura que se siente cada vez más atraída por Chloe, lo que da lugar a la escena más explícita de la película entre estos dos personajes. Bound (1996) Los Wachowski saltaron a la fama con su rompedora película de acción y ciencia ficción Matrix, pero, lo creas o no, el debut como directores de los hermanos, Bound, resulta extraño si se compara con el resto de su filmografía repleta de ciencia ficción. Su ópera prima es un neo-noir de producción impecable con un toque queer, evidentemente en su inolvidable pareja de Gina Gershon y Jennifer Tilly como dos amantes que conspiran juntas para robar la bolsa llena de dinero del blanqueador de dinero de esta última (Joe Pantoliano en un papel de antagonista perfectamente sórdido). Los Wachowski ya han establecido su estilo visual único con todos los tropos esenciales del neo-noir y el thriller erótico: dobles cruces, dinero, sexo y manipulación. La escena de sexo entre Gina Gershon y Jennifer Tilly es uno de los momentos culminantes de la película, con la sensual fotografía de Bill Pope y los conocimientos de dirección de género de los Wachowski, que captan a la perfección el tribadismo escabroso de los besos cariñosos y el roce de la piel. El cuarto hombre (1983) Nueve años antes de que el provocador holandés dirigiera el polémico éxito de 1992 Instinto básico, que convirtió a Sharon Stone en un nombre familiar, Paul Verhoeven ya había abordado el thriller erótico en su país natal con El cuarto hombre. Al igual que la Catherine Tramell de Sharon Stone, el protagonista de Verhoeven también es un novelista bisexual, con la diferencia de que el género es masculino, interpretado por Jeroen Krabbé. Es un alcohólico delirante que no para de ver cosas - visiones de la muerte, para ser exactos - y la naturaleza de su personaje permite a Verhoeven revestir su película de simbolismo religioso y vívidas muestras de sexo y violencia.
Un thriller erótico dirigido por Verhoeven, por supuesto, no estaría completo sin la introducción obligatoria de una mujer fatal, y en este caso es la atractiva Christine Halsslag de Renée Soutendijk, sacada directamente del molde hitchcockiano de una sensual rubia glacial. ¿Cuáles son tus thrillers eróticos infravalorados favoritos? Háznoslo saber en nuestros canales sociales @FlickeringMyth... Casey Chong












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